lunes, 27 de abril de 2015

Se persigue la consecuencia, no la causa del problema. Sobre el Bachaquero, el Raspacupo y el Emigrante.



Mucho se ha dicho sobre tres aparentes tipos de personas: el bachaquero, personaje que compra barato y vende caro, sobre todo productos regulados. El raspacupo, quien hace la misma labor que el bachaquero pero con dólares americanos y el emigrante, quien se va del país y es criticado por eso.

Estos aparentes tipos de personas, en realidad no son tipos de personas, son diferentes formas de acción. Es decir, una misma persona puede ser bachaquero, raspacupo y luego irse del país. Es importante aclarar lo anterior ya que el discurso político pretende crear una imagen estereotipada, algo ficticia, darle un toque de maldad y luego echarle la culpa a este personaje por los problemas que existen en nuestra sociedad venezolana.

Lo más interesante, es que efectivamente la opinión pública desvía su mirada hacia ese cúmulo de antagonistas, los critican y piden que sean castigados. Como si éstos (los raspacupos, los bachaqueros y los emigrantes) fueran personas organizadas, malintencionadas, con objetivos definidos (hacerle una guerra económica al Gobierno) y liderados por una especie de entidad satánica.

Las políticas públicas (PP) juegan un papel importante en la estructura de incentivos que tienen los individuos a la hora de actuar. El cien por ciento de nuestro tiempo estamos actuando con la finalidad de pasar de una situación menos satisfactoria a una situación más satisfactoria y las leyes (que forman un mecanismo de PP), generalmente limitan las acciones de las personas con el fin de garantizar los derechos individuales de otros, quienes también están buscando estar en una mejor situación. Con base en lo anterior, es importante tener presente el conjunto de leyes en los ámbitos donde se desarrollan nuestros antagonistas y comprender que este tipo de acciones tan criticadas son la consecuencia de un problema, no un problema en sí.

El Bachaquero

“Bachaquero” es un término que en principio, ha sido inyectado en el discurso de sectores del Gobierno y luego asumido por la oposición para referirse a las personas que hacen Arbitraje. El arbitraje no es una acción novedosa, se trata simplemente de comprar barato y vender caro. Los arbitristas por excelencia son los bancos, que consiguen dinero barato (pagan a los ahorristas una baja tasa de interés) y luego lo prestan a los inversionistas a una tasa más elevada. Comerciantes de todo el mundo hacen arbitraje, ya sea porque llevan el producto a zonas de difícil acceso o porque en mercados distintos existen diferentes precios, como por ejemplo sucede con la diferencia de precios entre el Centro y el Este de Caracas o como sucede con los precios de cualquier bien ofrecido en cualquier playa venezolana. Esto sucede porque a pesar de ser los mismos bienes, los valoramos más en un sitio que en otro; tal como ocurre con el repetido cuento del valor de un vaso de agua: valoramos más un vaso de agua en el desierto que en la comodidad de nuestro hogar.

El arbitraje de alimentos ocurre gracias a dos variables: 1) regulación de precios, 2) desabastecimiento

Los precios de los productos de la cesta básica han sido regulados, esto quiere decir que por decreto o ley se han establecido los precios de ciertos bienes y se prohíbe el aumento de los mismos. Esta fijación de precios ocurre de forma nominal (sólo en la etiqueta del artículo), en términos reales (lo que una persona está dispuesta a pagar por el artículo) los precios se van incrementando, de tal manera que, ante unos precios regulados, quienes compran los bienes son los primeros que llegan al establecimiento y no quienes estén dispuestos a pagar más por él. Por otra parte, la regulación de precios desincentiva la producción de estos artículos ya que restringe el margen de ganancia y aunque sean subsidiados por el Gobierno, los empresarios tampoco se verán incentivados a producir ya que nadie garantiza el pago oportuno del subsidio.

Ante este panorama, se genera una situación de desabastecimiento, donde el requisito indispensable para obtener un producto, más allá del precio al que hay que pagar por el mismo, es el tiempo y el costo de oportunidad que implica hacer una cola y visitar mínimo 3 establecimientos comerciales (para luego hacer la cola) y obtener el producto.

Es aquí donde se genera una oportunidad de negocio; es decir, no hay desabastecimiento porque los buhoneros acaparen los productos, al contrario, éstos venden los productos porque hay desabastecimiento. La diferencia entre el precio regulado y el precio “bachaqueado” es el valor monetario al que muchas personas están dispuestas a pagar por ahorrarse los costos antes mencionados y mientras existan personas dispuestas a pagar esos precios, seguirán existiendo bachaqueros. Más aún, una persona dedicada al arbitraje en Venezuela tiene una expectativa de ingresos mucho mayor que un profesional de cualquier área de conocimiento. Aquí se potencia la estructura de incentivos, movilizando más personas al arbitraje que al estudio o al empleo formal.



El Raspacupo

La esencia del raspacupo es la misma que la del bachaquero. Igualmente realiza una actividad de arbitraje, aunque las causas directas que ocasionaron esta oportunidad de negocio no son las mismas.

Cuando existe un constante atropello a la propiedad privada o un entorno económico no favorable, ocurre lo que los economistas llaman “fuga de capitales”. Esta fuga se trata de comprar dólares y guardar, invertir o simplemente gastarlos en el exterior. En definitiva, las personas prefieren tener divisas que tener moneda nacional; esto ocurre, además de las razones antes mencionadas, por un alto componente inflacionario presente en la economía. Hagamos un ejercicio: si la inflación se encuentra en 80% aproximadamente, un billete de bs. 100 en enero de 2015 perderá 80% de su valor a diciembre del mismo año; es decir, con el mismo billete podrás comprar sólo el 20% de lo que comprabas en enero. Mientras tanto, el dólar no pierde valor, o en su defecto pierde muy poco.

Ante la fuga de capitales el Gobierno mediante decreto o ley decidió colocar un control cambiario, este control se trata de limitar la compra de divisas por persona y establecer una regulación de precios tal como hacen con los bienes de primera necesidad, en este caso el bien regulado es el dólar y a la regulación de su precio se le llama tipo de cambio fijo.

El Gobierno decidió que sólo podrás comprar 700$ si vas a viajar y tendrás que pagar el precio que ellos te digan, en nuestro caso, 13bs por dólar aproximadamente. Lo mismo ocurre con las empresas, aunque a éstas las discriminan por sector productivo: aquellas que importan bienes o insumos para elaborar productos de primera necesidad deberán pagar 6Bs por dólar y aquellas restantes 13bs o 193bs por dólar. En definitiva, si una persona quiere tener más dólares no puede obtenerlos a través de los mecanismos regulares y cabe acotar que, en todo país “normal”, las personas compran y venden las divisas y el monto que quieran.

Es aquí cuando surge el mercado paralelo, personas que le sobran dólares comienzan a vender a quienes les faltan a un precio muy por encima del precio decretado por el Gobierno. ¿Deciden ellos a qué precio vender? No, el vendedor no se pone de acuerdo con el resto de miles de personas que le sobran dólares y desean venderlos, es por ello que se adoptan precios de referencia, como por ejemplo, el precio al que se transan los dólares por bolívares en las casa de cambio de las ciudades fronterizas a nuestro país.

El raspacupo ofrece divisas a una demanda insatisfecha, que no puede acceder a los dólares por medio de los mecanismos regulares ya que se le impide comprar más de lo que pueda desear. Es una oportunidad de negocio ya que la diferencia entre el precio del dólar en las casa de bolsa de Cúcuta y el precio decretado por el Gobierno es abismal.

El problema no es el raspacupo, es el control cambiario y la monopolización de los dólares por parte del Gobierno. El control cambiario general un diferencial que incentiva el arbitraje cambiario, generando una rentabilidad muy elevada y unos ingresos por encima de cualquier puesto gerencial. La estructura de incentivos de cada persona que viaja al exterior se ve sesgada hacia el ahorro de dólares durante su viaje para venderlos a quienes estén dispuestos a pagar el precio de referencia.

Con base en lo anterior, la escasez de divisas no se genera por esta actividad de arbitraje ya que en primer lugar, el mismo Gobierno tiene un presupuesto de los dólares estimados que deben ser otorgados por concepto de viajes, que no representa el 10% del total de divisas solicitadas anualmente. En segundo lugar, si se le asignan a las personas como máximo una cantidad de dólares, éstas pueden gastarse todo su dinero (en dólares) en viajes o comprando productos en el exterior.

En definitiva: Si los viajeros no rasparan cupos sino que se gastaran toda su asignación en consumo, el problema para el gobierno ya no sería raspar cupo sino el “exceso de consumo”.

El Emigrante

Al comienzo de este artículo se mencionó el principio que mueve toda acción humana: pasar de una situación menos satisfactoria a una situación más satisfactoria. Esto principalmente es lo que mueve a las personas a renunciar a su país, a su gente y esto debe tomarse en consideración ya que toda decisión genera un costo de oportunidad, es decir, renunciar a algo.

El emigrante reacciona ante un conjunto de incentivos y ante un análisis costo-beneficio personal que evalúa, como bien indica la frase, los costos y beneficios de quedarse o irse del país. Siguiendo la lógica de la estructura de incentivos y el principio fundamental de la acción humana, es lógico ver a un número creciente de estudiantes, población joven buscando mejores oportunidades. No se trata de quedarse a luchar ante un sistema de paso legalizado e impuesto por el poder coactivo del Estado, se trata de buscar las mejores opciones ante una situación considerada de nivel crítico.

En principio, cada quien posee su estructura personalizada de costos y beneficios; lo que para mí podría ser un costo mínimo, para otra persona puede ser un costo altamente elevado, e incluso otros pudieran considerar mis costos como beneficiosos para ellos (el Gobierno por ejemplo). Por lo tanto, ya de entrada el hecho de criticar las decisiones personales no es una acción del todo objetiva.

El problema no está en la decisión de irse sino en las variables que incentivan a esas personas a emigrar, entre estas variables (problemas) podemos tener: inseguridad, salarios precarios, desempleo, inflación, limitación de la libertad individual. Por tal motivo, el interés no debería estar en la crítica de la emigración, sino en los problemas que influyen en la estructura de incentivos de las personas.

A modo de Conclusión

El Ejecutivo ha hecho un gran esfuerzo en trasladar los problemas generados por sus propias políticas a los bachaqueros, los raspacupos y a los emigrantes, que en sí no son más que acciones realizadas por las personas y que responden a un conjunto de incentivos generados por el mismo Gobierno. Actualmente, se persigue la consecuencia del problema pero no su causa: el excesivo control en la vida de las personas y con ello, la creación de distorsiones.

No somos más o menos morales que el resto de los ciudadanos del mundo occidental, la diferencia radica en que ellos tienen un aparato legislativo eficiente, que responde a las necesidades de sus ciudadanos (no en todos los casos es así), tienen un Estado de Derecho que dista del que nosotros tenemos. Nosotros respondemos a incentivos con la finalidad de pasar de una situación menos satisfactoria a una situación más satisfactoria, buscamos mejorar nuestro bienestar y el Gobierno tomando esta premisa en su discurso, genera políticas que en términos reales han perjudicado a la sociedad.

Al final del día, el esfuerzo gubernamental se ha dedicado a resolver los problemas generados por la aplicación de sus propias políticas y dejan de lado los problemas de las personas, que de paso, financian el creciente gasto del primero. En definitiva, pagamos para que nos quiten más libertad.

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