miércoles, 18 de septiembre de 2013

Fugaz e impredecible

La conocía, solía venir por las tardes a tomar un café en uno de los pocos sitios de esta ciudad tan transitada y agitada. Interesante como personas agobiadas buscan un refugio relajante ante una salvaje ciudad como Caracas.

Era tan cotidiana su visita y tan acostumbrada mi timidez.

Pasaban las semanas y el sabor de mi café se tornaba más dulce, no era el mismo cuando ella por circunstancias no visitaba el lugar, lo comprobé cuando le pregunte al cafetero si había cambiado la receta, al decirme que no supe que era eso.

Es un placer contemplar como leía su libro mientras se pasaba las manos suavemente por la boca, mejillas y cuello. La hora pasaba rápido pues me tomaba el café sin darme cuenta. Al punto de caer en la imprudencia de llamar su atención por mi mirada fijada en ella .

Todo se comenzó a complicar cuando empezó a ser rutinario el hecho de pensar en una persona con la que no había compartido palabra alguna, pensé que quizás necesitaría cambiar de actividad o relacionarme con mis viejos amigos, sin embargo el sabor de mi café no sería el mismo. Así, la "costumbre" me llevó a rechazar esas ideas pues dicho sabor me agradaba.

No soy experto en números, pero si un lugar para tomar café consta de 7 mesas con 4 sillas, la probabilidad de que el lugar fuese ocupado y nos tocara compartir la mesa era casi cero.



Llegué para mi acostumbrado café, compre un libro temprano y me dispuse a leerlo mientras esperaba el servicio. Realmente esta comprobado que un libro es bueno cuando pasamos sus páginas sin darnos cuenta. De repente, se dirigió una voz a mí y fue inevitable el pensamiento de desagrado al ser interrumpido en mi lectura, volteé mi mirada y mis pulmones se contuvieron, el corazón se agitó de repente, miré el libro y volví a verla a ella, todo en cuestión de segundos.

Me preguntó si podía tomar asiento, ya que el lugar se había llenado y no quedaban mesas solas. Ahí supe que fue una buena decisión en mi vida el no haberme dedicado a los número, pues no sabía nada de ellos.... ¿o ellos de mí?

Me levanté y como me habían enseñado en casa, le ofrecí un asiento mientras recogía un poco varias carpetas que había llevado conmigo por cuestiones personales y con las que me había adueñado de la mesa. Realmente el haber tomado el libro fue inútil, pues mis ojos paseaban por las letras y mi mente solo se encontraba fijada en ella.

Observé el título de su libro: "amor fugaz e impredecible". Bastante oportuno para la ocasión.

¿Que podría llevar a una mujer joven a leer todas las tardes en un café, sobre todo cuando al lugar recurrían personas longevas, cansadas de la actividad de la ciudad, y sobre todo sin tener a alguien quien los espere en casa?

Grandes incógnitas se comenzaron a presentar gracias a su cercanía, preguntas que no me habían pasado antes por la mente.

Comúnmente admiramos a través de la distancia y poco somos capaces de aproximarnos y aventurarnos a explorar. Sobre todo cuando los años de nuestra vida pasan, cada vez somos más tímidos al riesgo y nos encausamos en la búsqueda de la tranquilidad y la estabilidad.

Fugaz e impredecible son esas sensaciones que te llevan a momentos remotos y reviven sensaciones apasionantes dentro de ti sin mover tan solo un dedo.  La relativa vida, que con tan solo detalles es capaz de retumbar nuestro interior... tantas cosas que pasan por nuestra mente, tanta imaginación ligada con momentos ya vividos, sobre todo la de una vida que cumplía sus 77 años.

Sentí el deseo de volver a ser joven y cortejarla, aunque no sé si tuviese la sabiduría de no cometer los mismos errores del pasado, sobre todo el haber dejado pasar tantas oportunidades.

Terminé mi café, me despedí con esa cortesía que me enseñaron en casa y con la promesa dentro de mí de volver mañana. 

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