lunes, 16 de septiembre de 2013

Memorias de un hombre promedio

Me encontraba frente a ella, me miraba a los ojos esperando lo mejor de mí, mientras tanto yo pensaba si realmente podía hacerlo. Me arroje con la intención de tener una participación prolongada, pensé en las técnicas retardantes que mis homólogos mencionan con frecuencia así que las comencé a poner en práctica.

Pensé en béisbol, basket y fútbol, pero mientras pensaba en esas cosas - por este asunto de la prolongación - me desconcentraba y sentía que ella lo notaba, a su vez dejaba de disfrutar cada parte de su cuerpo, lo cual es un desperdicio después de haber estado tanto tiempo mirándola con deseo.

Los nervios me atacaron y las cosas comenzaron a descender - sí - el compromiso conmigo mismo de obtener un  buen rendimiento luego de alardear tanto mis capacidades físicas me obligó a intentar dar lo mejor de mí, la inseguridad invadió mi mente y la imaginación comenzó a jugar en mi contra. Respiré, detuve el ritmo, sentía que ella no estaba complacida, comencé a pensar que no valió la pena el gasto, el esfuerzo y la mentira.



Salimos como dos desconocidos de la habitación con la promesa de reencontrarnos. Quizás no es lo bueno del momento sino la inconformidad con la vida misma la que nos lleva al reencuentro, pues basta con terminar el cometido cuando los pensamientos de remordimiento invaden la mente.

llegué a la casa y recibí un abrazo, no sé si es lo complaciente o la costumbre de recibirlo lo que hace tan cálido el momento, sentí que la extrañé, cosa que guardo muy dentro de mí - no creo que nadie me crea esto - 

Comencé a reflexionar sobre las razones que me llevaban a aventurarme fuera de lo preestablecido, veía a la autora de ese abrazo y trataba de encontrarle los defectos que justificaran mis acciones pero no los encontré. No sé por qué a veces nos sentimos tan solos y no tenemos las excusas ni las explicaciones a eso.

Fije mi próxima cita, me sentía con más experiencia para afrontar esas inseguridades que me invadieron en el pasado, sin embargo, sigo sin encontrar las razones que me llevan a ese encuentro, la experiencia misma me ayuda a no pensar en ello, pareciera que fuese algo de instinto, aunque en lo muy profundo de mí sé que son cosas de idiotez.

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